En 1573 se colocaba la primera piedra de lo que sería el edificio más representativo del poder de los Austrias: el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Su proyección coincidía con el momento de máximo esplendor de un imperio extenso y acaudalado en el que nunca se ponía el sol.
Las obras de esta edificación, destinada a conmemorar la victoria contra el ejército francés en la batalla de San Quintín en 1557, duraron más de 20 años. Felipe II, padre del Estado moderno, mandó construir esta mole arquitectónica para ejercer no sólo de palacio, sino también de monasterio y panteón; siendo este espacio un reflejo de la fuerte vinculación existente entre la monarquía española y la iglesia, ambas entidades defensoras de un cristianismo austero que nada tenía que ver con la tendencia a los excesos en la Roma contemporánea.
Juan Bautista de Toledo fue el primer arquitecto del proyecto, sustituido tras su muerte por Juan de Herrera, ambos con formación italiana. El edificio de carácter armonioso y robusto no sólo es venerable por su exterior, sino que en su interior alberga notables ejemplares artísticos, o estancias que son obras de arte en sí mismas, como la Real Biblioteca de Felipe II, decorada con frescos de Pellegrino Tibaldi que representan las siete artes liberales con una tendencia ejecutiva y temática puramente renacentista, y que materializan la influencia que el humanismo ejerció sobre el monarca y sus gustos.
Además, recorriéndolo podremos contemplar obras archiconocidas, como las esculturas de los orantes de Carlos V y Felipe II de Leoni Pompeo situadas en los altares de la basílica, el Crucifijo de mármol de Benvenuto Cellini, o pinturas tan importantes como El martirio de San Mauricio y la Legión Tebana de El Greco y El Calvario de Rogier van der Weyden entre otras.
Se pueden conocer tanto el Palacio de los Austrias como el de los Borbones, con lo que se logra comprender y diferenciar el gusto estético de ambas monarquías, la primera mucho más sobria y la segunda de carácter afrancesado; la magnífica Sala de Batallas, pintada por los italianos Nicolás Granello, Fabrizio Castello y Lazaro Tavarone, con una marcada intención propagandística de las tropas españolas; además de la imponente basílica, los panteones y la ya nombrada biblioteca.
Por toda su riqueza arquitectónica, propagandística, cultural e histórica, el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial es una de las construcciones más emblemáticas del país y un emplazamiento de visita obligada para todos aquellos que quieran penetrar en los anales de la Historia de España.
Texto: Paloma Domínguez